La historia de María y Manu es la historia de un amor de verano. Se conocieron en 2008 en la localidad cántabra de Suances, donde suelen pasar los veranos, y el amor surgió un año más tarde. En diciembre de 2015, tras un fin de semana de surf&love en Fuerteventura, pararon en unas dunas e, inesperadamente, Manu le pidió matrimonio a María.
Ambos tuvieron muy claro desde el principio cómo querían que fuera el escenario de la boda: un jardín enorme que no necesitara decoración porque debía ser precioso por sí mismo. Ella, de Valladolid, y él, de Madrid, pensaron en un sitio intermedio para casarse: Segovia. Pero en Suances era donde había surgido el amor y tampoco les parecía mala idea que la boda fuera en Cantabria.
Buscando en Internet, María dio con la finca El Pinón, en el Valle de Buelna. Y aunque fue a visitarla un día gris y lluvioso de febrero, en cuanto cruzó la verja, supo que ese era el lugar donde tenían que casarse: en el precioso jardín con pinos, magnolios y hortensias, con una casa señorial de estilo inglesa espectacular.
El restaurante Deluz lleva años organizando allí caterings y cuando Elena, de El Pinón, se lo comentó a María y Manu, decidieron venir a Santander a conocernos. La degustación les encantó, como ellos mismos recuerdan, y volvieron a Madrid con la seguridad de que iban a celebrar su boda en Los Corrales y confiando en nosotros para el banquete.
Se casaron el 17 de septiembre de 2016 en la ermita de Santiago de Ongayo (Suances), en medio de un prado y rodeados de vacas. Una boda 100% del norte. El vestido de María, de gasa con la espalda al aire, lo firmó Jorge Vázquez, uno de los creadores más influyentes de España. El resultado fue un modelo único. Dice María que si se volviera a casar, llevaría el mismo vestido. Para el velo, recuperó el mismo que usó su madre el día de su boda.
María eligió un peinado sencillo: suelto y con ondas naturales, obra de Macavi Torrelavega, y acompañando, un tocado de Olivia y Cloé en forma de semicorona solo por detrás. Y desde Valladolid se trajo a su maquilladora de confianza.
Es de sobra conocido que el norte es tan verde porque llueve mucho. Cuando María llegó a Suances unos días antes de la boda, había un fuerte temporal. Las previsiones no eran nada tranquilizadoras. Pero cuando llegó a la iglesia cesó, salió el sol y todos sus invitados les estaban esperando en la puerta. Uno de los momentos más emocionantes de la boda junto a su llegada a la carpa donde estaban todos ya sentados. Acompañados por el tema I Got a Feeling, novios e invitados comenzaron a bailar, saltar y aplaudir. Al llegar a la mesa, se subieron a las sillas para brindar.
Para el banquente con familiares y amigos, Manu y María eligieron varias estaciones: de steak y tuna tartar, mexicano y arroces, pero como el tiempo no acompañaba al principio no quisieron arriesgar, y finalmente servimos todo en bandejas junto a otros aperitivos —rabas incluidas—, a excepción de los arroces que los colocamos en el porche de la casona.
El broche final lo pusimos con un bufete de postres: tarta de queso, de chocolate (dice María que es la más rica que ha probado en su vida), de hojaldre y tiramisú.
«Lo que recordamos de ese día, tanto Manu como yo, es que realmente fue uno de los días más felices de nuestras vidas. Fue genial tener a todas las personas que queremos con nosotros en un día tan especial. Se notaba que todo el mundo estaba feliz. Repetir… sin duda. ¡¿Cuándo?!», afirma María.
Fotografía: Martín Méndez.