El momento dulce de una boda

El momento dulce de una boda

Cuando nos hablan de dulces, en Deluz nos viene a la cabeza la imagen de María Antonieta en Versalles. Y no precisamente por su ya famoso «que coman pasteles» (aunque no está del todo claro que lo dijera ella), sino por ser la precursora en la corte de Luis XVI de los macarons, los choux framboise y multitud de postres sofisticados con los que deleitar el paladar de cualquiera. No es ningún secreto que nos escapamos a París cada vez que podemos y soñamos con vivir en otra vida en una apartamento en Montmatre y desayunar todos los días bollería recién horneada. La influencia francesa siempre ha estado muy presente en Deluz y allí aprendimos a hacer nuestra tarta crujiente de chocolate al estilo Hotel Crillon, de París, con praliné de avellana. Imposible no caer rendido ante este dulce. Tuvimos la suerte de hacer un curso en el Hotel Crillon y aprender de la mano del mejor, de Jérôme Chaucesse, que tiene el título de MOF Pâtissier Confisseur.

A veces, cuando pensamos en nuestra boda, nos preocupamos por el cóctel, el aperitivo, el entrante, los detalles a los invitados, los abanicos para que nadie pase calor… y nos olvidamos del momento dulce de la boda: los postres. Ahora que ya nos hemos quitado de la cabeza (y de la vida real) esa imagen de nuestros padres cortando la tarta con un sable rodeados de kilos y kilos de nata, toca devolver al postre al lugar que se merece. Buscamos con nuestras parejas esa tarta que les identifique, ese petit-four que probaste en una cafetería de París justo antes de que te pidiera matrimonio, ese sabor de la infancia como la tarta de hojaldre de Torrelavega que, para los cántabros, es un must en todos los cumpleaños.

Esta temporada se llevan los buffetes de postres como en la peli María Antonieta, de Sofia Coppola. Para cócteles, para banquetes. En el jardín de Deluz o en el salón con el papel pintado como el de la Casa Blanca; en una finca con robles centenarios o en una carpa como en Memorias de África, pero en uno de esos valles verdes y profundos del norte. Nosotros estamos enamorados de las estaciones-buffet de postres y nos sentimos como cuando empiezas a escuchar una canción y la repites cien veces al día porque te encanta, porque te hace sentir, porque no te cansas de ella…

…Porque nos permite degustar todo tipo de postres sin empacharnos con uno solo. Porque los especialmente golosos podemos repetir y repetir… ¡Sin que nadie se dé cuenta! Porque después de un largo banquete sentados, lo que más apetece es volver a levantarte y lucir modelito. Porque es la mejor forma de socializar con todos los invitados, ¡y de decirle al chico guapo de la corbata que pruebe ese petit four de fruta de la pasión! Porque en el jardín de Deluz podrás comerte un bocadito entre cada rosal. Eso sí, ¡cuidado que hay 500! Porque con el postre llega el café, y nosotros te ofrecemos una cata de cafés distintos de Café Angélica, un café de origen, social, de comercio justo y tostado a mano por nosotros mismos. Y porque no solo de tartas vive el hombre… ¡Antes de bailar, haz una degustación de helados artesanos en nuestro carrito y vuelve a sentirte niño!